Wednesday, November 20, 2013

Vueltas de sol y de tierra




En mi mano agarro firmemente un girasol. Uno sólo de tantos. Me aferro a él, cómo me aferro a la vida, como me aferro a tí. Girasoles risueños se han ido convirtiendo en tí y ahora están por perderse.
¿Recuerdas cómo era el huerto en invierno, antes de que los plantásemos? Eras muy pequeña todavía, pero debes recordar cómo nos partíamos el lomo esos comienzos de primavera para arar la tierra y hacer la siembra. Sí, tú también acabaste con manos callosas y tu abuela te hizo desfilar rectamente ante ella y estirar las palmas, las observó con ojo clínico y quedó satisfecha.  "Los girasoles son fáciles de cuidar, pero no por ello dan menos trabajo." Y ¡cómo disfrutaste de ese trabajo! Entrabas corriendo en ese amarillo y sol de tu abuela y te escondías como una ratona, creyendo fírmemente que no te veíamos, que te convertías en una más de ese ejército jubiloso al sol.
Más adelante, cuando murío tu abuela, te aterraba olvidarla, olvidar el cobijo seguro de su palabra grande y sabia, su tacto robusto a tierra que borraba todo mal y su “solrisa”, cómo le solíais decir. Por eso, te los hiciste tatuar, los girasoles, unos cuantos en tu pie derecho, para que te guíen por el camino y otros pocos en el hombro, para que te cubran las espaldas. No hubo modo alguno de impedirlo. A partir de allí, los convertiste en tu escudo de armas. No importaba que no te admitiesen en la carrera que quisiste, que Daniel te dejara por otra, que Tania, tu confidente y compañera de contiendas, se mudara al otro lado del mundo. Tú te dabas dos días de lluvia y tres de sol, y regresabas a la batalla con llagas y bruces, pero sin resquebrajos asfixiantes.
Para mí, tu tenaz alegría, muchas veces ha sido el sol y el norte, pero en muchas otras ha sido un misterio de magia negra moscovita, un halo de fría duda. Me preguntaba si se trataba de un tipo de frivolidad o nihilismo. Mi hija, ¿en qué tierra caminas que luces de gala en mañanas nubladas, que portas las cicatrices como condecoraciones?
Y ahora, aferrándome al tallo grueso, me sumerjo en este sol de tierra y vida que hace girar mi consciencia. Espiral amarillo que se abre ante mi y me lleva a labrar camino en hora roja.
“Dorothy, puedes ser todos o nadie en esta vida. Sales a la calle y allí te ves multiplicada por cientos, todas las opciones y decisiones que puedas elegir. ¿Cuál es la versión que quieres experimentar hoy?" te preguntaba tu abuela, y tú te ponías tu vestido amarillo y turquesa y un rayo de sol en la cara y salías a brincar al jardín, a batallarte con las flores.
Hoy, se acabaron los brincos para mi. Me abrazo al gran girasol que me dejaste al despedirnos, esa flor grande y robusta que arrebaté del jarrón de barro quemado. Me lo entregaste con un guiño, diciendo que me haga compañía. Y ahora me aferro a él, en temor de que te pierdas en ese vacío que es la soledad, esperando que entiendas este último mensaje, esperando que hoy cómo antes, el girasol sea tu faro, tu norte y tu andén.

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