Wednesday, April 9, 2014

Cumpleaños




Foto: http://www.verema.com/blog/puck/998896-restaurante-beirut-king-valencia
 
¡Feliz cumpleaños! le saludo nada más abrir la puerta y le planto un beso sobre los labios. Él me abraza, y, todavía a través del beso, siento como está sonriendo.
Hm, ¡qué bien huele! me dice, todavía en el marco de la puerta, atisbando sobre mi hombro a la cocina. Yo deduzco que es el perejil, cuyo aroma fresco se está esparciendo por todo el apartamento, aunque ya no la sienta. Le paso los dedos por las sienes y los deslizo hasta su nuca, como siempre lo he hecho. Le tenso los pelos para atrás, mientras le miro a los ojos y formo un puño, estirándole un mechón a cada lado hasta soltarlo poco antes de hacerle daño. Él, me mantiene abrazada por la cintura y me mira divertido.
―¿Qué pasa? ¿No te ha salido bien la comida? Si huele excelente, mujer.
Le sonrío.
Anda, pasa le digo y nos soltamos.
Le llevo al balcón. He extendido una manta gruesa, acomodado cojines, dispuesto velitas en vasos transparentes y adornado todo con ramilletes de romero y conchas.
Hoy comemos sentados en el suelo.
Oh, ¡qué bonito! Debería tener cumpleaños más a menudo dice Paul y me da un golpecito en el culo. Yo le devuelvo la mirada como diciendo "ya te gustaría, ya", pero no le digo nada; hoy no estamos para peleas, ni reales ni fingidas. Él, regresa a la sala, tira el portafolios sobre el sofá y se quita la americana, no una manga detrás de la otra como lo hace todo el mundo, sino sacudiendo los hombros y dejando que se deslice por sus brazos, por detrás de su espalda. Se queda con la camisa color plomo que compramos a comienzos de temporada y se afloja la corbata, una azul eléctrica que al principio tuvo miedo de combinar, pero que le da un toque fresco, de aventurero, y ya se está desabotonando también los primeros dos botones del cuello. Me quedo mirando sus manos morenas de venas marcadas, recuerdo su tacto sobre mi cara, como me levanta la barbilla y me penetra con la mirada y me dice: Eva, y nada más.
Me doy la vuelta y voy a la cocina, a traer la comida: fatoush, taboulé, humus y algo de pita, nuestra comida favorita. Le prohíbo entrar a la cocina, pero le alcanzo el vino y el sacacorchos por la puerta. Cuando salgo al balcón, ya está anocheciendo y Paul ha encendido las velas y descorchado la botella, ha traido la radio del baño y puesto una emisora de baladas. Ahora está reclinado, disfrutando el momento.
Sirvo, pero cuando me siento, casi no puedo comer. En vez de eso, siento una brisa sobre la piel. Es por el patio interior, siempre se forman remolinos a este lado del edificio. Veo las velas titilando, resistiéndose al viento. Pruebo la ensalada y siento que le falta ácido.
―¿Adónde vas? Paul me coge del brazo, evitando que me levante.
Está soso.
Ya voy yo, disfruta, relájate. Toma un poco de vino, mujer. Todo está muy rico.
Se levanta, esquiva los diferentes platos y adornos y trae la vinagrera del comedor.
Mientras estoy terminando la ensalda siento su pié derecho rozando mi pié izquierdo, que tengo estirado. Paul pone cara de pillo y me atrapa un pie.
―¿Qué tal te ha ido el día? le pregunto.
―¿Me preguntas por la oficina?
Bueno... era tu cumpleaños, te pregunto sobre el día en general, pero lo pasaste en la oficina, ¿no?
Mi cumpleaños ha comenzado al entrar por esa puerta, Eva me dice y señala hacia la entrada. Osea, va de maravilla añade, guiñando un ojo. Me levanto y me siento en su regazo.
Uy, ¡estás fría!
Me frota con ambas manos los brazos. Son tibias, algo ásperas y duras. Reclino mi cabeza sobre su hombro y hundo la cara en su cuello. Huele a Axe, a sal y un poco a bosque. Le beso el cuello y paso mis dedos por su nuca, allí dónde empieza el pelo, los hundo en su cabellera y estiro un mechón. Él se deja, como un gato panchón, aunque no le veo, sé que tiene los ojos cerrados y una expresión neutra, relajada. Solo le falta ronronear. La radio canta: "Everything you want, you got it. Everything you need, you got it. Everything at all, you got it, ba-by" y a mí se me llenan los ojos de lágrimas.
El pecho de Paul pausa la respiración por un momento. Luego acomoda su brazo y me acaricia el cabello. Nos quedamos así un rato, hasta que termina la canción. Entonces carraspéa y me dice en tono serio y pausado:
¿Te dieron la beca?
Asiento un poco sobre su cuello, no digo nada, no me muevo más.
―Felicidades ―me susurra al oido. Y yo sigo sin querer verle la cara.
―Lo siento, no quería decírtelo hoy.
―Shhh, shhh, shhh... No cambia nada. ¿Hay postre?
―... Baklavá y té de menta.

Tuesday, April 1, 2014

Cerebro 2.0

http://dibujos-para-colorear-imagen.blogspot.com.es/2012/03/flor-dibujos-para-colorear.html



―¿Qué? ¿Qué es esto? ―pregunto a mi sobrina... ¡Esto no puede ser!
Ella levanta la vista del papel y me mira con una sonrisa pilla como si hubiese hecho una travesura. Estamos en la mesa del comedor haciendo dibujos, pero la flor que acaba de dibujar me ha dejado alarmada.
―A ver, ¿dibújala otra vez?, por favor.
Maggie vuelve a plasmar la misma flor sobre su papel. Miro el dibujo que yo he hecho medio minuto antes sobre mi propia hoja y es el mismo, la misma flor, no parecidas, no, la misma, ahora tenemos tres flores idénticas.
―Voy a hacer una llamada, cariño, estate quietecita.
      »Intercomunicador, llama a Braintech, quiero hablar con el doctor Vázquez.
Veo como parte del muro chispea y se activa la pantalla. Escucho las timbradas y el doctor Vázquez se conecta.
―Señorita Elisa, ¿qué tal va? No es hora de consulta, pero ¿cómo se siente?
―Doctor, mire esto ―levanto mi hoja y le señalo la flor―. He dibujado esta flor para mi sobrina, y me ha salido esto, yo...
―¡Fantástico! Muy bonita.
―Bueno, sí, normalmente dibujo muy mal...
―¡Perfecto! Me alegro de escuchar eso. ¡El injerto está obrando lo suyo!
―¿Pero sabe qué? Ella ha dibujado la misma flor. Digo, ¡¡exáctamente la misma!!
Levanto la hoja de mi sobrina y le muestro al doctor las dos flores sobre esa hoja.
―Ah, ¡qué artista!
―¡Doctor! ¡No es broma! ¡Tiene solo dos años!
―¿Es un bebé de nuestros laboratorios?
―No. Bueno, no del todo. No fue un in vitro. Mi hermana solo tomó las pastillas esas que activan células cerebrales tempranamente durante el embarazo.
―Ahhhh. Bueno, no se preocupe. Está aprendiendo, copiando,... Es la mejor manera de aprender...
―Doctor, no he terminado.
―Dígame, ¿hay algo más?
―¡No puedo pintar otras flores! Lo he intentado, siempre me sale exáctamente la misma.
―Ah, sí. Es normal, tiene que aprender a utilizar las nuevas áreas correctamente. A ver, no piense en flor, intente dibujar una margarita.
Tomo la crayola en mi mano y dibujo una margarita. Me sale perfecta.
―¿Ve? Ahora pruebe con una rosa.
Continúo delineando el tallo y los delicados pétalos de la rosa.
―¿Ve? ¡Muy bien! ¡Qué artista!
―Pero siempre dibujo la misma margarita y la misma rosa. ¡Mire!
―Señorita Covarrubias, piense en una rosa abierta, una rosa cerrada, una rosa seca, ... verá como dibuja variedades, es cuestión de saber manejar el programa. Darle las órdenes correctas, ¿me entiende?
―¿El programa? ¿Todos los que tenemos un implante pintamos la misma flor?
―Señorita, tranquilícese. Usted me dijo que es escritora, ¿no? Por eso le implantamos facilidades poéticas, que activa otras partes del cerebro. Lo que hace cuando pinta, es solo el paquete base. Se dará cuenta que también puede cocinar mejor, coser, tejer, si le gustan esos hobbies y un montón de cosas más. Ya se lo explicamos. ¿Lo recuerda?
―Sí.
―Bueno. Dese un mes para acostumbrarse y ya hablamos. Si tiene dolores o molestias, llámeme de inmediato, claro, pero dese un poco de tiempo para acostumbrarse.
Colgamos. Cuando me doy la vuelta mi sobrina tiene una hoja llena de mi rosa, mi margarita y lo que luego voy a reconocer como mi tulipán.